El sonido nos recuerda a las olas del mar, por lo que también podemos denominarla respiración oceánica. Es sonora y, precisamente al oírla, nos podemos asegurar de si la estamos haciendo correctamente y podemos realizar respiraciones más largas y completas.
Podemos recurrir a ella para acciones cotidianas, como subir las escaleras, para meditar, ya que calma nuestra mente, para cuando estamos estresados o con dolor puntual. Siempre por la nariz, nunca por la boca. Entre sus beneficios pueden señalarse:
Enfoca la atención en el presente y la concentración; respiración fluida y continua, igualando los tiempos de inhalación y exhalación; al entrar más oxígeno, aumenta la energía; se liberan los nadis o canales energéticos para que fluyan libremente y se activan bhandas, las llaves energéticas del cuerpo; mayor capacidad pulmonar; eleva la temperatura corporal, gracias a la cual se flexibiliza y oxigena el cuerpo; fortalece los músculos abdominales; se oxigenan las células; relaja nuestro sistema nervioso y mejora el funcionamiento de las glándulas, como la de la tiroides; ermite el descenso de la presión sanguínea.